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El VAR se erige en actor del título y frena al Real Madrid

Los blancos pierden la oportunidad de colocarse líderes tras empatar frente el Sevilla (2-2). El VAR convirtió un penalti a favor en uno en contra de los de Zidane, por una mano involuntaria de Militao.

Benzema lamenta una ocasión perdida ante el Sevilla.

El VAR se erige en protagonista del título. Un mal asunto. Más allá de la corrección y el debate, la herramienta que llegaba para eliminar los errores, no ha acabado con la polémica y, lo que es peor, con las sospechas. Un penalti en cada área, el título de un lado o de otro, y unos minutos de suspense. O era mano de Militao en el área sevillista, algo que no había visto Martínez Munuera. O era penalti de Bono sobre Benzema, algo que vio todo el campo, toda España. La voluntariedad no podía atribuirse al brasileño, pero ahora ya no importa, porque la norma cambia y cambia hasta el absurdo. Un brazo extendido en el área es, hoy, penalti. Sin más. Pero hay más, y es la necesidad de preguntarse si esas acciones son suficiente para pitar una pena máxima. Para el Madrid sabe a sentencia máxima pero la Liga sigue, está viva, con los tres grandes en dos puntos, un pañuelo.

La decisión que va a erizar los estados de opinión cuando restan tres jornadas para finalizar la Liga llegó cuando el Madrid se había repuesto al gol en contra, gracias a Asensio, y empujaba al Sevilla. La carrera de Benzema, a la contra, parecía culminar la remontada. El problema era el punto de partida. El empate frena por ahora al Madrid, pero la polémica no debería darle la coartada para todo si no gana el título. Si acaso, la plaga de bajas sobre las que hay que pedir explicaciones puertas adentro.

EL DESQUITE DE LOPETEGUI

Si el VAR fue uno de los protagonistas, el otro fue Lopetegui. La palabra venganza es demasiado gruesa. No sería de desear que anidara en el interior del técnico sevillista, ni en el de nadie, porque envenena en la misma proporción en la que contribuye a mantenerte vivo. Pero resulta inevitable que el entrenador mantenga cuentas pendientes, aunque entre las causas que le llevaron a despeñarse desde la cima de la selección, algunas se debieron a sus propios errores. Fue despedido del equipo nacional a 48 horas de un Mundial y lo fue en un Madrid que lo puso en su banquillo pero pensaba en Zidane al acostarse. Después de todo eso, que menos que desear un desquite, que no una venganza. Es humano. Lo cumplió precisamente frente a ZZ, la nostalgia que no pudo vencer, y en un momento crítico, al hacer que el Madrid pierda una gran oportunidad. Lopetegui hizo más que empatar un partido.

Su Sevilla era uno de los peores invitados para tomar la cabeza de la Liga, después del empate entre el Atlético y el Barça. Todo lo que define a un equipo, lo tiene y lo ejerce con mucha presión y un ritmo alto de juego. En plena resaca de la caída en la Champions, con el desgaste físico y emocional que ha supuesto para el Madrid, se trataba de una coyuntura complicada. Para el Sevilla, además, permanecían los objetivos deportivos, como es mejorar la cuarta plaza que le permitiría disputar la Supercopa, un caramelo en su nuevo formato, y eludir eliminatorias de Copa la próxima temporada. No es poco.

Zidane y Kroos hablan con Martínez Munuera.

Determinado partió, pues, el equipo de Lopetegui, al que se lo llevaban los demonios en el palco, debido a su sanción. Presionó la salida de la pelota del Madrid y consiguió mantener en su terreno a los hombres de Zidane, aunque inicialmente sin peligro. Lopetegui situó al Papu Gómez como ‘falso nueve’, en lugar de optar por alinear a En-Nesyri, que necesita más espacios. Cuando aparecieron, por la ventaja en el marcador, invirtió las fichas. La intención inicial, sin embargo, era que la movilidad del Papu sacara a los centrales, Militao y Nacho, de su zona para favorecer la llegada de los mediapuntas sevillistas. Interesante intención, aunque ello restaba amenaza en el área. Los minutos de dominio visitante mostraron esa dualidad y su peligro: dominar al Madrid sin matarlo es engañoso, porque un robo o una pérdida son amenaza de seísmo. Sucedió. Odriozola, escogido junto a Marcelo para los laterales, cabalgó, lanzó un centro perfecto a Benzema y Bono estuvo blando. El VAR alertó a Martínez Munuera de que el jugador vasco había arrancado en fuera de juego, por un pie.

El gol no subió al marcador, pero el susto recibido por el Sevilla cambió la tendencia del partido, equilibrado en el dominio. Vinicius pisaba el área, también Marcelo, pero sin que ninguno encontrara el último pase necesario sobre un Sevilla excepcional en lo táctico: defiende como ataca, en bloque, con mucha gente en las áreas, la suya y la ajena. Si algo lo puso de manifiesto fue la acción del primer tanto, nacida en una jugada a balón parado con una buena dosis de estrategia. El centro de Navas fue magistralmente domesticado por Rakitic, que dio una asistencia de cabeza a Fernando. El brasileño se deshizo con un regate de Casemiro y batió a Courtois.

LA ENTRADA DE ASENSIO

Al Madrid correspondía un ejercicio de casta, pero hizo algo más: partió dinámico, presionante. Zidane olió la sangre y puso en pista a Asensio, quien volvió a encontrarse con el gol a la primera, en una acción de ida y vuelta y que encontró a Kroos en el trámite y el pase. La entrada de Asensio supuso la salida de Modric, poco comprensible. Poco antes había hecho un ‘sombrero’ preciso en el área, que con la intermediación de Kroos acabó en la dirección de Vinicius hacia puerta. Falló. No fue su día.

El empate, con tiempo por delante, puso el partido cuesta abajo para el Madrid, con más intención en el intercambio de golpes. Lo que no esperaba era el vuelo de la mano de Militao. El gol que intuía el penalti señalado sobre Benzema, lanzado a la carrera hasta ser cazado por Bono, fue interruptus. El VAR rebobinó hasta una mano que no fue la mano de Dios. Tampoco la de Militao. Para muchos madridistas fue la mano del diablo. La ira que hizo entrar en el campo a ZZ en busca del árbitro no la aplacó el último gol de Hazard, Kroos mediante. No. Es un gol que no permite soñar en la cabeza, pero sí mantener el pulso tal y como estaba. Esto no ha acabado.

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