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Havertz, entre aquel regate de Torres y la mejor versión de Kaká

Su decisivo gol en Oporto confirma al alemán, de 21 años, como uno de los mejores talentos del fútbol europeo.

Havertz, con el trofeo de la Champions, el sábado en Oporto.

El torrente de imágenes de los campeones sobre el césped de O Dragao admitía múltiples comparativas entre los aficionados del Chelsea. El apasionado beso a la Orejona del capitán César Azpilicueta era calcado al de Frank Lampard en 2012 y la frenética carrerita por la línea de fondo de Mason Mount con el trofeo trajo a la memoria la inolvidable de Didier Drogba tras ganar casi él sólo aquella final de Múnich. Sin embargo, algunos maliciosos habían preferido la nostalgia de aquel mano a mano de Fernando Torres en el Camp Nou. El primer gol en el torneo de Kai Havertz, con ese quiebro similar al de El Niño frente a Víctor Valdés, valía nada menos que una Champions.

En realidad, el balón al espacio de Mount llevaba la dulzura del mejor Andrés Iniesta y el desmarque de Timo Werner hacia el lado débil había terminado por desestabilizar a la defensa del City. Muchos se alegraron de que fuese Havertz y no el desventurado Werner quien quedase frente a frente con Ederson. Allí, King Kai contó con esa pizca de fortuna que se le había resistido durante la mayor parte de una temporada donde no pudo mostrar las condiciones que le habían convertido en el futbolista más caro de la historia del Chelsea. Cuando le preguntaron por los 80 millones de euros pagados al Bayer Leverkusen, su respuesta incluía tantos fuck y fucking, que la realización televisiva debió ahogarlo todo con pitidos.

Obviamente, nada más conquistar el primer título de su vida, Havertz no sabía ni qué decir ante los micrófonos. Los agradecimientos a sus padres «por tantos viajes en coche para llevarme a entrenar» y el beso a su novia Sophia llevaban el distintivo de un joven de 21 años que antes idolatraba a Ronaldinho y que este año ha debido cargar con más responsabilidad de la que le correspondía. De hecho, minutos antes del inicio de la final, ni siquiera tenía asegurado un puesto en el once.

A MÁS DE 35 KM/H

Christian Pulisic, autor de un gol y una asistencia en la semifinal ante el Real Madrid, y Hakim Ziyech, con dos tantos esta temporada ante el City, parecían opciones aún más plausibles para Thomas Tuchel. Sin embargo, el técnico confió en el chico que ya había formado de inicio en cuatro de los seis cruces eliminatorios previos. La apuesta resultó certera. Nadie, desde Ilkay Gundogan en 2013, guardó para una final su primer gol en la Champions.

Lo primero que impresiona en Havertz es su impotente presencia y su veloz zancada. 189 centímetros en aceleraciones de más de 35 km/h. Desde muy joven debió asumir las comparaciones con Mesut Özil, aunque sobre la pradera más bien recuerda los mejores tiempos de Ricardo Kaká. Su capacidad para intervenir en diversas fases del juego, combinada con la verticalidad para atacar el área, le valieron en la Bundesliga el calificativo de alleskönner: un centrocampista ofensivo, hábil con las dos piernas y mucho más veloz que el promedio.

Durante su última temporada en Leverkusen venía de impresionar también como falso nueve, merced a su astucia para ocupar los espacios por detrás de Moussa Diaby. Sin embargo, su adaptación a los planes de Lampard, que le colocaría en cuatro posiciones distintas, desde mediocentro a ariete puro, no resultó nada sencilla. Un positivo por Covid 19 en noviembre y una lesión tras un golpe en un entrenamiento, que le alejaría de la competición durante todo febrero, tampoco ayudaron en nada.

«ESTO NO ES LEVERKUSEN»

Durante aquellos momentos de zozobra, al poco del aterrizaje de Tuchel, fue Michael Ballack quien dio la voz de alarma. «Cuenta con unas condiciones excepcionales, pero debe tener la voluntad de triunfar aquí, porque esto no es Leverkusen. Ha de encontrar su sitio y demostrar que el equipo se puede construir en torno a él», explicó el antiguo ídolo de Stamford Bridge, con un pasado común en el Bayer. Menos de cuatro meses después de aquellas palabras, con sólo 21 años y 352 días, Havertz se convirtió el sábado en el alemán más joven en marcar en una final de Champions desde Lars Ricken (1997).

«Que Kai haya decidido con su gol es un cuento de hadas y demuestra su enorme calidad», elogió asimismo Joachim Löw. El seleccionador germano, que se despide tras la Eurocopa, será el próximo en examinar la evolución de Havertz. No sólo se tratará de repetir su sociedad con Werner, sino de encontrar también un sitio a Leroy Sané, Serge Gnabry y Thomas Müller.

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