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Messi estrena era con el PSG tras una vida en el Barcelona

El argentino debuta con el PSG 17 años después de su estreno como azulgrana. Juega 25 minutos en Reims tras sustituir a su buen amigo Neymar

Leo Messi, en su debut con el PSG.

Tenía que llegar el día en que Leo Messi mostrara al mundo que ningún amor es eterno. Han pasado 21 años desde que, de la mano de su padre, abandonó Rosario rumbo a Barcelona para convertirse en el mejor futbolista del planeta. Tres semanas desde que el llanto lo dejara sin palabras antes de ser recibido como un jefe de Estado en París. Y en Reims, lugar donde habitaron leyendas de otro tiempo como Raymond Kopa o Just Fontaine, Messi cerró por fin una época. Y abrió otra. Ya es historia del fútbol su debut con el PSG a los 34 años. Su abrazo a Neymar, oportuno relevo. Y ese mismo dorsal 30 con el que debutó con el Barcelona en octubre de 2004. Como si el pasado le sirviera de inspiración ante lo que viene ahora.

Jugó Messi los últimos 25 minutos. Su posición, tal y como ocurría en el Barcelona, fue imposible de definir. Si bien partió como falso delantero centro con Di María a su derecha y Mbappé a su izquierda, tantas ganas tenía de reencontrarse con el balón que se hartó a buscarlo a la medular.

Messi descubrió varias cosas. Que en la Ligue 1, si pasa el balón, no pasa el futbolista. Una patada y un agarrón se llevó cuando intentó combinar con Mbappé, que trató de agasajar al rosarino con una asistencia que no llegó. Lo intentó una vez más ya en el ocaso, pero el resultado fue el mismo.

No jugaba Messi un partido desde que ganara la Copa América en Maracaná el pasado 11 de julio. Aquel día, el rosarino también lloró. Sin saber que el abrazo con Neymar después de alzar su primer gran título con Argentina tendría continuidad. Aunque fuera con el PSG y en Reims. Por entonces, Messi creía que el contrato pactado por Joan Laporta con Jorge, el patriarca, le permitiría continuar en el Barcelona. Aunque las partes supieran que aquellas cifras eran inasumibles para un club en la ruina.

Tras una decena de entrenamientos y después de pactar con su nuevo técnico, Mauricio Pochettino, un plan de readaptación física, Messi tuvo que conformarse con ver los primeros 65 minutos desde el banquillo.

Tal y como fue costumbre durante su larguísimo periplo como azulgrana, Messi no sabía cómo colocar las manos. Dónde poner sus pies, más libres con las botas desatadas. No le quedaba otra que buscar conversación con otro de sus compatriotas en esta nueva etapa, Leandro Paredes, escudero en el banco. Aunque también se apuntó a las charlas el español Ander Herrera, suplente pese a sus buenas maneras en este inicio de temporada. Jugar en este PSG galáctico supone poco menos que una proeza para futbolistas sin purpurina.

CONEXIÓN CON MBAPPÉ

Resguardado tras su mascarilla, a Messi se le intuyó una sonrisa cuando vio a Mbappé marcar el primer gol del partido tras centro de otro de sus grandes amigos, Di María.

Ni siquiera salió La Pulga a calentar al descanso. Simplemente aguardó su momento. Como esos 22.000 espectadores que agotaron las entradas del mítico estadio Auguste Delaune, donde no se veía a tanta gente desde un partido frente al Olympique de Marsella en 2012. Fueron acreditados más de 150 periodistas, mientras que en España Gerard Piqué vio como siempre el negocio. Tras adquirir junto a su empresa Kosmos los derechos de la Ligue 1, ofreció la retransmisión a través del canal de Twitch del streamer Ibai Llanos. Un acuerdo puntual con Telecinco permitió ver el estreno de Messi por la televisión convencional.

La expectación creció aún más al ver los hinchas cómo Messi salía a corretear por la banda en el minuto 55. La inquietud por salir de una vez estaba llegando a su fin. Más aun después de ver cómo al Reims de Óscar García le anulaban el empate por fuera de juego. Messi ni siquiera vio cómo el ex madridista Achraf, otro de los grandes fichajes del PSG, asistía a Mbappé en el 0-2. El rosarino estaba sólo pendiente de ver lo que señalaba Pochettino en la pizarra antes de mandarlo por fin al jardín.

Messi no marcó. No asistió. Tampoco dejó ninguna jugada para el recuerdo. Qué más da. Verlo embutido en la camiseta del PSG fue suficiente.

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